El verdadero mundo
Recuerdo el viento claro de otras tardes.
Tocando castañuelas prodigiosas
le daba larga cuerda a mi niñez.
Yo le pasaba alegre mis cabellos,
mi falda, y él, jugando, se los daba
al perro que ladraba tras de mí.
Correr, reír, morir de golpe sobre
el liso pasto, la colina aquella,
el verdadero mundo a la intemperie
en donde el sol echaba mil monedas.
Después, de flores sucias todavía,
volver a la casona mansamente.
Mi voz quedó colgada de las ramas.
Mis ojos se vaciaron en garúas.
También perdí mi nombre. ¡Nada! ¡Nadie!
Soy yo sin la niñez de mi alegría.
Costumbre perra
Si la hojarasca en niebla se convierte
yo dejo la ventana y voy, amado,
en busca de tus sábanas. Me acuesto
con paños de mi fiebre en tu costado.
Qué amor tan taciturno es este sueño:
llegar ya tarde a noches de relámpagos,
ya tarde a los ocasos, no morirnos
cual árbol de oro viejo al pie de un astro.
Mi sueño es sólo un verso de crepúsculo,
un lobo de ojos tristes reclinado
sobre su mal pues se perdió en el bosque
y el viento en sus oídos es engaño.
Esta manera de quemarme el alma,
este morirme sin haber sangrado,
esta costumbre perra de quererte,
este quedarme entera en tu costado.
El límite
Siempre que iba a la farmacia para comprar apósitos, aspirinas, violeta de genciana y aquellas medicinas menores con las que mantenía acabado y completo mi botiquín…
Esa costumbre humana tan humana de amar a pura intemperie....
ResponderEliminarMaravilloso Poema. Una Delfina que invita a entrar en su Letra.
Creo profundamente que no hay recuerdos más bellos que los vividos en nuestra infancia.
ResponderEliminarJamás desaparecen, como los sonidos,las ternuras y los miedos.
Todo queda en la memoria del corazón, a veces aunque duelan,son referencia de nuestra historia.
Bello itinerario en la voz de esta Delfina, lírica y coloquial. Te admiro poeta, gracias por tus letras, gracias por compartirlas. Un abrazo. Vic